El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el siglo
V, al caer el Imperio romano. El colapso del Imperio acaeció básicamente por su
extensión y la incapacidad del emperador para controlar todas sus provincias,
sumado cada vez más numerosas incursiones de pueblos bárbaros que atacaban y
saqueaban las provincias más retiradas del imperio. Esto provocó que los
emperadores necesitaran gente para defender sus grandes terrenos y contrataran
caballeros o nobles (precursores del modelo de señor feudal), que a su vez
contrataran vasallos, villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y
tropas mercenarias de los mismos pueblos "bárbaros".
A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno sobre
Europa. La realeza, sin desaparecer, ha perdido todo el poder real y efectivo,
y sólo conserva una autoridad sobrenatural remarcada por las leyendas que le
atribuyen carácter religioso o de intermediación entre lo divino y lo humano.
Así, el rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del pueblo, de
Dios, y es materializado e implementado a través de los pactos de vasallaje con
los grandes señores, aunque en realidad son éstos quienes eligen y deponen
dinastías y personas. En el plano micro, los pequeños nobles mantienen
tribunales feudales que en la práctica compartimentalizan el poder estatal en
pequeñas células.
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